La Realidad confusa

Sabía usted, lector, que toda persona tiene por lo menos un amigo con el que reír o desahogar las penas cuando está triste o frustrado. Sin embargo, ¿Cómo se sabe si ese individuo es de confianza? Hoy os hablo sobre mi amistad con mi gran compañero del colegio, Sergio. Todavía recuerdo el primer día que llegué a clase. Tan solo era un crío de 12 años que tenía la necesidad de estar con alguien, independientemente de su edad o carácter. En los recreos, miraba al suelo mientras comía aquel bocadillo de lomo empaquetado con las cariñosas y dulces manos de mi madre; la esperanza me recorría por todo mi cuerpo al sonar aquel timbre estridente que me producía cierto alivio. Un lunes como otro cualquiera, estaba realizando la misma y aburrida rutina de la jornada escolar. De repente, se acercó un chico alto y delgado, quizá un año más mayor que yo. Además, su vestimenta de ropa cómoda lo definía a la perfección con su forma de ser: un auténtico fanfarrón que presumía de su conjunto de marca. No obstante, su amabilidad era lo que más llamaba la atención. A lo largo de los años, descubrí que no era tan bueno como parecía. Dejó de ser aquel niño simpático y se convirtió en un mentiroso e hipócrita que hablaba de mí a las espaldas. En realidad, solo me quería por mi riqueza. Finalmente, dejamos de ser amigos. Por ello, le recomiendo que no se fíe de nadie hasta conocerlo en profundidad.

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Stevie Fog

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